Si hay un país amable y abierto al turista, ese país es Francia. Buenas carreteras, buena señalización, un patrimonio artístico y cultural inagotable, antagonista de modas anglosajonas; la mejor cocina del mundo, los mejores vinos, la sabiduría y el savoir vivre de sus habitantes, y una vocación internacionalista pionera en casi todos los frentes (instituciones políticas, deporte, etc) características que hacen del territorio francés mi preferido para descansar.
La asociación “Le plus beaux villages de France” empezó agrupando a las poblaciones mejor conservadas y estéticamente más llamativas en torno a una marca exportable a fin de potenciar el turismo rural, y ha terminado siendo una vasta red de preciosidades tan famosa como puedan serlo los iconos de Paris, los castillos del Loira o la Costa Azul.
Solo una advertencia: no es fácil llegar hasta muchas de ellas. El GPS puede no serviros de ayuda. Yo recomiendo hacerse con una Guia Michelin del Departamento a recorrer, esto os evitará caminos tortuosos y algún que otro percance. Podéis encontrarlas en las estaciones de servicio francesas, verdadero ejemplo de asistencia al conductor.
Creo que las dos villas más hermosas del país son Saint Cirq Lapopie y el Grand Site de Conques, ambas meridionales. Casas perfectamente restauradas encajadas en las numerosas gargantas que atraviesan las regiones del Midi, donde el progreso y el urbanismo moderno no han llegado a mancillar -ni lo haran jamás pues para esto los franceses son muy sensatos- la estructura original de estas maravillas de piedra y cerámica.
Para quien no disponga de mucho dinero, una excursión al otro lado de los Pirineos le será muy grata y económica. Además, en esta zona se pueden encontrar grutas rupestres de renombre (Lascaux) amén de otras atracciones.
Si disponéis de cinco o seis dias libres, no os arrepentiréis.